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lunes, 17 de agosto de 2009

La diablada no es boliviana ni peruana es tawantinsuyana

Escribe: Aureliano Turpo Choquehuanca * Cultural - 16 ago 2009
Mucha tinta está gastándose en estos últimos días a raíz de un “derecho folklórico boliviano”, a consecuencia de la nota aparecida en otro medio de comunicación internacional, referido a la vestimenta que utilizará la candidata peruana a Mis Universo. Vestimenta que hace referencia al traje de la diablada, que se danza tanto en la ciudad de Oruro como en la ciudad de Puno, Capital Folklórica del Perú.
Las culturas vivas se expanden por distintos espacios históricos y territoriales, así por ejemplo la cueca, la zamacueca, la marinera que tienen su origen en Sevilla-España, se danzan en nuestros territorios ancestrales, hoy determinados como repúblicas que hacen chauvinismo nacionalista, para señalar, que son su expresión cultural “ancestral”, como ocurre con la diablada. Así encontramos en las páginas del diario La Razón de Bolivia en su página A10 del 9-9-09, donde se lee: “Simbolismos. La llegada de los españoles transformó algunas costumbres ancestrales. La diablada orureña se remonta a la época de los URUS PRECOLONIALES…, que practicaban una danza en honor al dios Huaricato o Huari”, según comentó “el oficial Mayor de Cultura de la ciudad de Oruro, Fabricano Casorla”.
Aquí cabe aclarar que, la invasión colonial española no transformó costumbres ancestrales, sino que las desestructuró de acuerdo a sus valores culturales euroespañoles. Muchas de las costumbres a lo largo y ancho del territorio ancestral Tawantinsuyano, han sido sincretisadas con las costumbres cristiana, como puede observarse por ejemplo, con la llamada fiesta de San Juan, que hace referencia al bautismo de Jesús por San Juan Bautista, como también, el hecho del 21 de junio como el año nuevo aymara, que imita y asimila al año cristiano del 25 de diciembre, fecha del nacimiento de Jesús, dios hijo del trino judío-cristiano.
Ahora bien, señalar que existía el dios Huaricato, es realmente una novedad a estas alturas de la política de descolonización, que ha emprendido el gobierno del MAS en Bolivia, que busca de alguna manera descestructurar la vigencia del colonialismo mental. Colonialismo mental que se ha afirmado durante la república y ha distorsionado toda la heredad etnohistórica y cultural de nuestros procesos civilizatorios ancestrales como la de Tiwanaku, Nazka-Parakas, Mochika-Chimú, Chachapoyas, para escribir la historia y la cultura de las repúblicas colonialistas que buscaran afirmar su identificación con personalidades como Américo Vespucio, José Antonio de Sucre o Simón Bolívar y otras personalidades extracontinentales que sustituyen los nombres ancestrales de esta parte del subcontinente “latinosudamericano”.
La cristianización emprendida por el proceso colonizador español, ha instituido valores culturales e instituciones muy definidos por la religión católica apostólica y romana a partir del siglo XVI (1530), así encontramos imágenes del infierno donde moran los diablos que se revelaron al Dios Jehová, es decir, la lucha del ángel Luzbel y el arcángel Gabriel, al mismo tiempo aparecen las simbologías cristianas como pecado, gracia ideados por San Agustín en el siglo IV. Toda la imposición de la enseñanza religiosa ha aplastado los ritos espirituales de la civilización tawantinsuyana, que nada tiene que ver con alguna institución religiosa, que hoy los neoindigenistas cristianizados hablan de religión aymara, de challas, waqtas y otras modalidades que expresan prácticas de sobrevivencia y de crisis de identidad pluricultural.
Dentro de esta controversia cultural el Ministro de Culturas y el presidente de la Asociación de Conjuntos Folklóricos (ACFO), dicen tener “documentos históricos y académicos que acreditan el origen boliviano de la diablada” (La Razón: 9-9-09). Esta afirmación entra en contradicción con lo formulado por el oficial Mayor de cultura de la ciudad de Oruro, que señala que la diablada es ancestral y el Ministro de Culturas señala que es Boliviana, pues, considero que ambas opiniones son el resultado de una confusión mental, puesto que la república de Bolivia tiene su origen en 1825, en consecuencia el origen de la diablada tendría su origen a partir de esa fecha, de ahí que se indica que hay documentos académicos e históricos que confirman la bolivianidad de la diablada.
¿Cómo demostrar el origen ancestral de la diablada boliviana?, si los hechos etnohistóricos y culturales del proceso civilizatorio de los distintos Florecimientos Culturales Regionales nos demuestran la no existencia de instituciones religiosas, mucho menos jerarquías teocráticas que hayan podido institucionalizar una religión monoteísta como ocurre en África, Europa e Israel. La afirmación de que la diablada es ancestral y/o boliviana pierde legitimidad, pues, lo que afirmaba el Congresista peruano Yhony Lescano se hace mucho más verídico cuando señala que “La diablada llegó a Perú en el siglo XVI con los jesuitas y dos siglos después a Bolivia”.
Ahora bien, desde el punto de vista del rigor etnohistórico y cultural, la diablada es un icono de la cristiandad citadinizada, sobre todo, folklorizada en homenaje a la virgen del socavón en Bolivia y a la virgen de la Candelaria en Puno-Perú. Danzas como la diablada han sido recreadas para darle realce a las fiestas religiosas que impusieron los evangelizadores, para la gloria de Dios y el beneficio del rey y las autoridades coloniales y republicanas. Estas fiestas religiosas no solamente son para el jolgorio circunstancial, sino para simular fe y religiosidad, cuyas reales consecuencias es para beneficiar a las empresas proveedoras de bebidas alcohólicas y de todo lo que significa la ornamentación de los trajes y toda la comparsa musical que exige una inversión millonaria. En estos acontecimientos religiosos y mundanos vemos dos caras de la realidad social, la pobreza y abundancia que se despilfarra a doquier.
La historia de la religión en nuestro territorio ancestral tawantinsuyano, la política y la religión se montaron sobre el lomo de nuestros pueblos y naciones, para aplastar nuestra lógica de pensamiento sobre la vida y la sociedad, para de esta manera universalizar la llamada “civilización occidental y cristiana de Euro España”. En un primer momento, la mal llamada Santa Inquisición persiguió todas aquellas manifestaciones espirituales y rituales de los invadidos, condenándolos de actos paganos contrarios a la fe de Cristo. Transcurrido centenares de años de colonización, hoy, los llamados sacerdotes de la teología de la liberación aceptan algunas manifestaciones sincretisadas de los aymaras para decir, por ejemplo que la Pachamama es la expresión de la virgen María y el Dios Wirak`ocha como el dios creador del “imperio de los Inkas”.
Los antropólogos e historiadores son muchos que de alguna manera justifican sus reflexiones al alinearse con una u otra postura en controversia y son muy pocos que con rigor científico definen estas controversias culturales, tratando en lo posible descolonizar la interpretación de los hechos político-sociales, culturales y religiosos, que tienen una alta dosis de antivalores enajenantes y alienantes en la sociedad colonizada por más de 477 años (1532-2009). Antivalores que han consolidado el desprecio a la naturaleza, al cosmos y al ser humano (RUNA), convirtiéndolos en meros objetos de la explotación económica, discriminación racial y exclusión social, a pesar de ser el legítimo dueño de los recursos naturales y proveedor de riqueza a los colonizados colonizadores republicanos de hoy.
De acuerdo al razonamiento de los “expertos” del estudio de la diablada que consideran que es ancestral, debo decir, que esa afirmación de ser cierta y científica es de la sociedad Tawantinsuyana, en consecuencia de los pueblos y naciones ancestrales que la CPE Plurinacional de Bolivia les reconoce constitucionalmente, lo que quiere decir, que no es boliviana ni peruana, sino de los kechuaymaras y amazonenses del Kollasuyu-Tawantinsuyano. La controversia cultural sobre la diablada se hace inútil y carente de significación etnohistórica, pues, en lo concreto refleja la colonización mental del pueblo indígena y no indígena como el Ministro de Culturas y los presidentes de Asociaciones Folklórica, como de eximios representantes congresales del Bajo Perú y del Alto Perú. ¡¡A DESCOLONIZARSE!!..., se ha dicho por mandato constitucional en el artículo 2 de la Nueva Constitución Plurinacional de Bolivia, ejemplo que debe seguir el presidente de los peruanos.